4.4.10

Treinta y uno

Un mes.
Lo he estirado lo máximo posible, pero... hoy tenía que escribirte.
Un mes... ¿por qué?
No... no lo soporto.
Te sigo echando de menos.
Sigo extrañando tus abrazos y tus tontería y tus "mi pequeña Pelusa" y tus "todo irá bien" y tus "juntos para siempre"...
"¿Hasta que la muerte nos separe?" Dije yo.
"¿Crees que la muerte podrá con nosotros?" Dijiste tú.
Estabas seguro de que la respuesta a esa pregunta era no... porque ibas a ser tú el que morirías, ¿no?
Soy yo la que habla, la que lucha por seguir juntos a pesar de todo... pero... tu no contestas. Estás muerto.
Me prometiste que seguiríamos juntos, pasase lo que pasase; pero soy yo la que está aquí cada día esperando a que vuelvas.
Porque volverás.
No sé cómo ni por qué, pero sé que es así...
Y yo seguiré esperando, como la tonta que soy, para poder abrazarte y sonreírte, demostrarte que yo no estoy muerta...
Nunca entendí por qué decían que la muerte es dolorosa y a la vez que los muertos descansan en paz... No tiene sentido, esas dos cosas son contradictorias.
Pero es muy sencillo.
Los muertos descansan.
Los vivos sufren.
Ley de vida, ¿no?
Sé que vivirás... porque algo me dice que también estás sufriendo por esto.
Las esperanzas cada vez son más pequeñas pero... nunca cesarán.
Te quiero.

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