19.6.10

Minúscula

Siempre me he considerado una chica madura y fuerte, capaz de afrontar todo lo que se le echase encima. Alguien grande. Inconscientemente, las personas que no pensaban igual que yo sobre algo, para mí eran inmaduros.

Charlas serias. Silencios incómodos. Declaraciones de amores pasados. Lágrimas. Fuertes abrazos de consolación.

Ahora me siento una niñata malcriada, inmadura y frágil, que se derrumba enseguida y sólo sabe llorar. Todos los demás me parecen gigantes que amenazan con aplastarme. Y yo...
Yo me siento minúscula.

3.6.10

Siempre te apoyaré

Char caminaba por su amada ciudad, aquella donde todo comenzó... y donde todo llegó a su fin.
Las calles seguían siendo cálidas, dulces, familiares. Pero faltaba algo... alguien, más bien.
Se sentó en un banco y sacó su móvil. Pasó horas leyendo los sms mandados, las fotos, los vídeos, los mensajes en el buzón de voz... Le hizo gracia cuando volvió a escuchar ese tan especial, de aquel día en que Corb se pilló un buen pedo. La primera vez que le dijo te quiero.

Siguió andando hacia su casa y en frente de su portal encontró a aquel muchacho. Su aspecto era desaliñado, olía a alcohol y a porros. Su mirada perdida le suplicaba ayuda.
- Gordo... ¿qué ocurre? - Char rodeó sus hombros con fuerza acurrucando su cabeza sobre su pecho.
- Se acabó... ella ya no está... - La voz de Corb sonaba quebrada.
- No importa... yo estaré aquí contigo siempre.

2.6.10

Ella y él

Terminó el invierno y pasó la primavera en un abrir y cerrar de ojos.
Con él, el tiempo siempre se pasaba rápido.
Porque él se había quedado a su lado, día a día, a cada noche.
No había nadie más, eran simplemente
ella y él.
En fiestas, a solas, en un parque público o en casa. Nada cambia, siempre ellos dos.
No volvieron ha hablar de la otra, no mencionaron las depresiones de ella ni las infidelidades pasadas de él. Ya nada importaba. El pasado no importaba. Su presente estaba con él. Y el futuro... bueno, ¿quién puede saberlo?

Un rayo de sol atravesó la ventana a primera hora. Ella se despertó por culpa de la luz. Refunfuñó en bajo y estuvo a punto de levantarse a mala gana para cerrar las malditas persianas, pero un brazo sujetó su cintura en la cama. Sonrió al ver, una mañana más, al chico junto a ella. Acarició su mejilla con cuidado. Jamás llegó siquiera a fantasear con dormir junto a él cada noche. Pero aquí estaba él... Levantó su brazo con cuidado, se vistió desprisa y bajó las persinas.
La calle le recivió con una ola de calor y docenas de parejas paseando delante suya. El olor de la panadería de la esquina llegaba hasta el portal. Se dejó llevar y compró su bollo favorito. Le haría el mejor desayuno, para recordarle lo muchísimo que le necesitaba.
Comenzó a buscar las llaves en la cazadora y mientras tarareaba una canción abanzó hasta el portal.
El sonido de las llaves al chocar contra el suelo fue una anticipación de las lágrimas que llenaron sus ojos.
Una melena rubia resplandecía delante de su portal. La otra chica había vuelto, una sensación recorrió toda su espalda: ella había vuelto.... y no para marcharse otra vez.
Resultaba evidente, teniendo en cuenta que los brazos que poco antes descansaban sobre su cintura ahora rodeaban la de ella, y sus labios se fundían justo en frente de su casa.
Abrió la puerta con cuidado, y sintiendo unos ojos sobre su espalda, salió corriéndo escaleras arriba. Le pareció oír su nombre de la boca del chico, pero ella no paró.
Todo se había acabado. Ya nadie importaba. Ella y él habían terminado.