Charlas serias. Silencios incómodos. Declaraciones de amores pasados. Lágrimas. Fuertes abrazos de consolación.
Ahora me siento una niñata malcriada, inmadura y frágil, que se derrumba enseguida y sólo sabe llorar. Todos los demás me parecen gigantes que amenazan con aplastarme. Y yo...
Yo me siento minúscula.